No escribo porque quiera justificarme ni por llamar atenciones, tampoco por buscar un desahogo, sino porque mis dedos son tres pulpos y los golpeo violentamente contra el folio salado de mares huérfanos de acantilados azules para que pierdan de una vez el conocimiento.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Anímame quirúrgicamente.

Ésa mañana volvió a adentrarse en ése edificio oscuro y frío, iluminado por miles de focos de blanco pálido que parecían cegar. Sobre las baldosas grises resonaban el tapeteo de los tacones.

-Buenos días, señorita Marlen - saludó amablemente la recepcionista de la consulta. Lili siempre se preguntó cómo conseguía siempre tener ésa sonrisa pintada, todos pasaban malos días, y con ella parecían no existir. Tampoco entendía cómo siendo una persona tan feliz, y radiante, tan joven, estuviese trabajando en un lugar así. - ¿Qué será hoy?

- Quiero operarme, de nuevo - contestó con un susurro
Asintió con una sonrisa, dándola a entender que ya estaba esperándola el médico en la sala.

Siempre se sentía reconfortada al sentarse en la gran butaca de terciopelo crema de la consulta, para encontrarse a su doctor que siempre la escuchaba atentamente, en realidad, para él era una tortura tener que oir a la bella mujer hablar de sus malos momentos y verla coger a escondidas la pequeña servilleta de algodón que guardaba en su bolsillo izquierdo para secarse las pequeñas lágrimas rebeldes que se atrevían a escapar.

- Me alegra verla por aquí, aunque puede que a usted no mucho. ¿Qué será en esta ocasión? - Odiaba verla convertirse en un fantasma en blanco y negro, porque ella era el color más bello que la vida jamás hizo.

-Me gustaría un implante de frialdad y una reducción de esperanzas, pues últimamente los últimos implantes de simpatía y alegría me están dando problemas. No llevo unos buenos días, sabe, creo que hay efectos secundarios.


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