No escribo porque quiera justificarme ni por llamar atenciones, tampoco por buscar un desahogo, sino porque mis dedos son tres pulpos y los golpeo violentamente contra el folio salado de mares huérfanos de acantilados azules para que pierdan de una vez el conocimiento.

jueves, 15 de abril de 2010

Anaëlle I


Se llamaba Anaëlle y había aprendido a sonreír a pesar de que estuviese hecha una mierda. Llevaba trabajando en aquél lujoso burdel desde los 16 y no conocía nada más. Al principio sólo lo hacía para ayudar a sus padres de sus problemas económicos pero una vez dentro no pudo salir. Aprendió muchas cosas a lo largo de su vida, aprendió a fingir sonrisas y cosas que no eran sonrisas, aprendió también a combinar colores, ocultando las imperfecciones de su piel. Siempre pensó que las mujeres que eran felices no se ponían maquillaje, porque solo las mujeres infelices lloraban haciendo que la mascara se les corriese y al verlo todo negro, simplemente no veían la realidad. Se consolaba escuchando vinilos de Ruth Etting y pensando en aquél desconocido que una vez no la había usado como una simple prostituta, si no como una persona. La había tratado con amor, todo lo que ella deseaba. No pedía mucho, sólamente con aquél hombre que se despertase junto a ella y la tratase como a una persona, no un objeto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario