No escribo porque quiera justificarme ni por llamar atenciones, tampoco por buscar un desahogo, sino porque mis dedos son tres pulpos y los golpeo violentamente contra el folio salado de mares huérfanos de acantilados azules para que pierdan de una vez el conocimiento.

miércoles, 30 de junio de 2010

Anaëlle V

Aquella tarde un extraño había preguntado expresamente por ella. Ella le recibió con cierto recelo, sin estar segura de lo que quería. Se limitó a besarla. No tuvo prisa. Se deshizo de su ropa muy despacio y del mismo modo ella, deshojando su piel dejando sólamente su cadena de plata alrededor del cuello. Acarició y besó cada milímetro de piel, como si quisiese recordarlo hasta la eternidad. No tenía prisa y sus manos se guiaban por susurros. El extraño la arropó con su cuerpo. Miró através de los ojos verdes de aquel desconocido. Se dejó amar, hasta olvidarlo todo. Ella durmió mientras él acariciaba su cabello ondulado de color caoba.
Puede que hubiese sido un sueño o puede que aquellas sábanas hubiesen sido testigo de la primera vez, la primera vez que se había sentido amada.
Era la primera vez que sonreía y sentía esperanzas en mucho tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario